miércoles, 6 de mayo de 2015

Tres Destrezas Esenciales para Meditar por Federico Gaxiola

La meditación es un viaje interno. A lo largo de este camino, prácticas de yoga aparentemente inconexas trabajan de manera complementaria posibilitándonos el establecimiento de un núcleo interno de salud y conciencia. La postura se vuelve estable; la respiración es suavizada y regulada; las emociones se canalizan positivamente; y la capacidad de concentración se afina gradualmente.  A la larga, las energías de la mente se tranquilizan y una presencia interna e inmutable es despertada.
La meditación centra nuestra atención en el momento presente. Este proceso involucra tres elementos importantes.  
El primero es un foco interno, un lugar de reposo para las energías de nuestra mente y para nuestra atención, el cual se adquiere a través de la concentración. El segundo es una actitud de desapego, una actitud que permite que pensamientos distractores vengan sin alterar nuestra atención, ni reclamar energía adicional.  El tercero es el despertar a una quietud interna que todo lo impregna, un estado mental muy diferente a los que comúnmente experimentamos. En este estado, llamado plenitud mental (mindfulness), nuestra conciencia se vuelca de manera natural hacia el interior y se hace conciente de sí misma.  
Si estás interesado en refinar tu práctica meditativa, entonces deberás profundizar en cada una de estas tres capacidades.            Pasemos a revisar cada una de ellas con mayor detalle.
CONCENTRACIÓN
La meditación comienza por descansar nuestra atención en algún objeto. El objeto puede variar, pero la sensación de respirar o el sonido repetitivo de un mantra son los focos de atención más comunes. El proceso de concentración durante la meditación no debe ser laborioso ni forzado. Tal como una buena visión nocturna se desarrolla a través de ir identificando puntos de luz cada vez más finos en el cielo nocturno, así, el enfoque meditativo se debe refinar lentamente. Pero una vez que se ha logrado un foco de atención, las energías relativamente dispersas que normalmente ocupan la mente son integradas gradualmente, y la conciencia empieza a reposar en un tranquilo centro de atención.   
La meditación nos enseña que descansar la mente en un foco de atención es muy diferente a forzar la mente a enfocarse. A través de la meditación, energías que han sido dispersadas por el estrés de la vida cotidiana son recolectadas o reintegradas, y un sentimiento de completud interior se recupera gradualmente.  En el proceso meditativo se aprende a desplegar la concentración de manera fluida.
La concentración era tenida en muy alta estima por los sabios de tiempos antiguos. Shankara, por ejemplo, el brillante filósofo de la India del siglo octavo de nuestra era, proclamaba sus bendiciones cuando escribió en el Upadesha Sahasri:
La adquisición de la atención enfocada (onepointedness) de la mente y los sentidos es la más alta disciplina. Es superior a todas las demás prácticas de Yoga.”  
Y el maestro del Señor Rama, el sabio Vasishta (Yoga Vasishta), decía que los seres humanos pueden ser divididos en tres categorías: “…aquellos que aún tienen que descubrir el gozo de la concentración,   aquellos que lo están practicando,   y aquellos que han alcanzado la realización del Ser a través de ella.”  
Ya sea que utilices la respiración o un mantra como objeto de concentración, tu tarea es convertir ese objeto en el centro de tu atención. Entonces, durante la meditación, la presencia de ese objeto, de manera creciente, colma la mente. A través de ir tejiendo cada respiración o repetición del mantra con la
siguiente, el espacio de la mente se colma y las energías mentales son recolectadas.
DESAPEGO (a partir de aquí puede considerarse como la 2da parte)
El proceso de meditación también involucra el aprendizaje de cómo manejar pensamientos, imágenes y emociones distractivas que interrumpen el proceso de focalización de la atención. Generalmente reaccionamos a los pensamientos distractivos otorgándoles atención, y esto sólo añade combustible al fuego.  La forma más sencilla de manejar estos distractores es mantenerse neutral. Esa actitud les permite moverse hasta salir de tu conciencia. Las distracciones que nos intrigan durante la meditación son los deseos e inquietudes que de otra manera energizan nuestra vida interior. Para manejarlos, debemos construir una postura estable, profundizar y relajar el flujo de nuestra respiración, e inspeccionar tranquilamente la dinámica de nuestro pensamiento. Entonces, en lugar de luchar contra estos pensamientos, aprendemos a calmar nuestra reacción automática e instintiva hacia ellos.  
También aprendemos a desarrollar un sentido de discriminación, a través del fortalecimiento de los pensamientos productivos y dejando poca o ninguna energía a los pensamientos improductivos. Con el tiempo, un sentimiento de desapego se desarrolla naturalmente, el cual empezará a hacerse cargo de los pensamientos no deseados.
¿Qué clase de fuerzas nos distraen durante la meditación? En el texto clásico Yoga Samhita se enumeran los siguientes distractores: alimento, bebida, poder, sexo y riqueza. Estas son demandas profundamente arraigadas, y cuando se convierten en objetos de nuestro anhelo generan un desequilibrio en la mente y perturban el hacer cotidiano de nuestras vidas. El viejo adagio, “comer para vivir, en vez de vivir para comer”, describe de manera perfecta el desapego. Nos recuerda que los placeres de la vida requieren de disciplina y promueve la idea de que la vida sirve a un propósito superior a la autoindulgencia.
No obstante, incluso para aquellos que meditan regularmente, el problema del apego a los anhelos es asombroso. En algún momento de nuestra meditación alcanzamos a vislumbrar destellos de un profundo estado de júbilo y tranquilidad, sólo para descubrir unos instantes después, que ya nos encontramos discutiendo con nosotros mismos en torno a qué película rentaremos y si pediremos que le pongan cebolla o no a nuestra pizza. Somos incapaces de suspender el debate interno. Tal yuxtaposición de tranquilidad y ansiedad son la regla, no la excepción. Percibimos, pero no comprendemos nuestros anhelos. Nuestra estrategia para manejarlos debe ser no otorgarles nueva e innecesaria atención cada vez que surgen.   Esto reduce su poder de distracción, perturbación y extravío.   Estos pensamientos son resultado de las energías de nuestra mente, pero dependen de nuestro interés en ellos para sobrevivir. Al no destinarles nueva energía,   podemos permitir que vengan y vayan sin que adquieran mayor fuerza.
La mente inconsciente manifiesta un pensamiento. El pensamiento parece atractivo, y otros pensamientos asociados lo hacen aparecer aún más apetecible. Atestiguas el pensamiento mientras surge en tu mente, la embelesa y busca expandirse en ella. Pero tú no haces nada por asirlo mentalmente. No llevas el pensamiento a tus labios mentales y lo bebes. Y al contener tu atención de esta manera, el pensamiento pasa de largo y tú te liberas de él.
La otra cara de este proceso es, que a través de cultivar el hábito del desapego, la experiencia de mantener una concentración estable y enfocada, acaba siendo depositada en el inconsciente. Ahí, se convertirá en un nuevo surco (samskara) que sostendrá tu meditación. El desapego y la concentración son dos caras de la misma moneda. Es preciso recordar que el yoga no sostiene un enfoque puritano con respecto a la vida.   No considera que todos los placeres mundanos son tentaciones.  Según la perspectiva vedántica: “Los objetos del mundo son para que los uses, pero no son tuyos.” A través de un diestro disfrute del mundo, sin generar apegos, el camino del yoga se despliega hacia dentro y hacia afuera.
PLENITUD MENTAL (a partir de aquí puede considerarse como la 3ra parte)
En la medida en que el proceso de centramiento se profundiza, nuestra conciencia se transforma. Nos convertimos en testigos de la corriente interna de pensamientos e imágenes, al tomar distancia de ella paulatinamente. Y cuando nos desenmarañamos de su constante suministro de asociaciones e impresiones, nuestra conciencia es inundada por una tranquila sensación de estar presente ante ella misma. Este estado mental es descrito en la tradición yóguica como recuerdo de sí mismo (self-remembering), o plenitud mental (mindfulness).  El estado de plenitud mental ha sido comparado con la relajante experiencia de sentarse cerca de un riachuelo, observando como fluye el agua. Al seguir el agua su curso, un punto en la corriente es reemplazado por el siguiente sin excitar o atraer nuestra atención. De manera similar, un meditador experimenta la conciencia en sí misma al retirarla de la corriente automática de la actividad mental. Al observar esa corriente sin engranarse intencionalmente en ella, la mente es dirigida aún más profundamente hacia su enfoque. 
De esta manera, la meditación conduce hacia una quietud interna -y hacia una remembranza tranquila y jubilosa de la conciencia que reposa en su propia naturaleza. La palabra plenitud mental (mindfulness) es una traducción del término sánscrito smriti, que significa “traer a la memoria” o “apelar a la mente”. Describe una experiencia que es parte de toda meditación. En sus primeras etapas, la plenitud mental no es tanto un estado del ser, como una serie de destrezas meditativas que pueden ser aprendidas y practicadas, incluyendo la habilidad de:
*Mantenerse en el presente, en lugar de viajar hacia el pasado o hacia el futuro.
*Convertirse en testigo de los pensamientos y emociones que pasan por la mente, en lugar de identificarse con ellos.
*Percibir la profundidad de la emoción que ha despertado un determinado pensamiento, y trabajar con esa energía emocional sensitiva y pacientemente.
*Reconocer los diálogos internos enjuiciadores y críticos que aplicamos a nuestros propios pensamientos y sentimientos,   y dejarlos a un lado, en favor de la aceptación de uno mismo.
*Mantener el foco de la concentración, reconociendo que este foco es el antídoto a ser atrapado por el tren de pensamientos.
Estos aspectos individuales de la plenitud mental nutren la semilla de la meditación. Con el tiempo, está práctica conduce a un cambio en la conciencia, y cuando la semilla germina, un aspecto profundo de la mente se despierta y asume su papel como el tranquilo observador que atestigua la corriente interna de pensamientos. Como una memoria que se ha recuperado después de mucho tiempo, la sensación de ser la persona interior, el testigo de la experiencia, queda restaurada en nuestra conciencia. Ahora, aunque los pensamientos continúen yendo y viniendo en la mente, como lo seguirán haciendo por mucho tiempo, la concentración habrá quedado firmemente anclada. La mente cotidiana empezará a ser guiada como de “más cerca”, y la plenitud mental se fusionará como sentido de la existencia. 
UNA IMAGEN VISUAL DE LA MEDITACIÓN
-La manera en que la concentración, el desapego y la plenitud mental se sincronizan durante la meditación, puede ser ilustrada en la forma de un yantra en el que dos triángulos se traslapan, uno apuntando hacia arriba y el otro hacia abajo.
El triángulo que apunta hacia arriba simboliza el movimiento de la concentración y el desapego, disciplinas que conducen hacia la mente enfocada.


El triángulo cuyo ápice apunta hacia abajo, simboliza el desarrollo de la plenitud mental, el proceso a través del cual la mente en quietud, el testigo interno, es despertada:
Cuando los dos triángulos están plenamente integrados, forman una estrella de seis puntas, una imagen que simboliza el asiento del yo interior, el Ser:
Esta imagen ancestral simboliza la manera en que un pensar desenfocado y distraído puede ser transformado en un estado mental relajado y concentrado (el triángulo que apunta hacia arriba), así como la transformación del olvido de sí mismo en recuerdo de sí mismo, o plenitud mental (el triángulo que se expande hacia arriba). 
En el corazón de ambos procesos, representado por el punto en el centro de los triángulos, radica el poder transformador del Ser que mora dentro de nosotros. La realización (comprensión) de ese Ser es el llamado de la meditación, el propósito natural de la vida humana y el supremo objetivo de la concentración, el desapego y la plenitud mental.
 

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