La meditación es un viaje interno. A lo largo de este camino,
prácticas de yoga aparentemente inconexas trabajan de manera complementaria
posibilitándonos el establecimiento de un núcleo interno de salud y conciencia.
La postura se vuelve estable; la respiración es suavizada y regulada; las
emociones se canalizan positivamente; y la capacidad de concentración se afina
gradualmente. A la larga, las energías
de la mente se tranquilizan y una presencia interna e inmutable es despertada.
La meditación centra nuestra
atención en el momento presente.
Este proceso involucra tres elementos importantes.
El primero es un foco
interno, un lugar de reposo para las energías de nuestra mente y para
nuestra atención, el cual se adquiere a través de la concentración. El segundo
es una actitud de desapego, una
actitud que permite que pensamientos distractores vengan sin alterar nuestra
atención, ni reclamar energía adicional.
El tercero es el despertar a una
quietud interna que todo lo impregna, un estado mental muy diferente a los
que comúnmente experimentamos. En este estado, llamado plenitud mental (mindfulness),
nuestra conciencia se vuelca de manera
natural hacia el interior y se hace conciente de sí misma.
Si estás interesado en refinar tu práctica meditativa, entonces
deberás profundizar en cada una de estas tres capacidades. Pasemos a revisar cada una de ellas
con mayor detalle.
CONCENTRACIÓN
La meditación comienza por descansar
nuestra atención en algún objeto. El objeto puede variar, pero la sensación de respirar o el sonido repetitivo de un mantra son los
focos de atención más comunes. El proceso de concentración durante la
meditación no debe ser laborioso ni forzado. Tal como una buena visión nocturna
se desarrolla a través de ir identificando puntos de luz cada vez más finos en
el cielo nocturno, así, el enfoque meditativo se debe refinar lentamente. Pero
una vez que se ha logrado un foco de atención, las energías relativamente
dispersas que normalmente ocupan la mente son integradas gradualmente, y la
conciencia empieza a reposar en un tranquilo centro de atención.
La meditación nos enseña que descansar
la mente en un foco de atención es muy diferente a forzar la mente a enfocarse. A través de la meditación, energías que han sido dispersadas por el estrés de
la vida cotidiana son recolectadas o reintegradas, y un sentimiento de completud interior se recupera gradualmente. En el proceso meditativo se aprende a
desplegar la concentración de manera fluida.
La concentración era tenida en muy alta estima por los sabios de
tiempos antiguos. Shankara, por ejemplo, el brillante filósofo de la India del
siglo octavo de nuestra era, proclamaba sus bendiciones cuando escribió en el Upadesha Sahasri:
“La adquisición de la atención enfocada (onepointedness) de la mente y los sentidos es la más
alta disciplina. Es superior a todas
las demás prácticas de Yoga.”
Y el maestro del Señor Rama, el sabio Vasishta (Yoga Vasishta),
decía que los seres humanos pueden ser divididos en tres categorías: “…aquellos que aún tienen que descubrir el
gozo de la concentración, aquellos que
lo están practicando, y aquellos que
han alcanzado la realización del Ser a través de ella.”
Ya sea que utilices la respiración o un mantra como objeto de
concentración, tu tarea es convertir ese
objeto en el centro de tu atención. Entonces, durante la meditación, la
presencia de ese objeto, de manera creciente, colma la mente. A través de ir tejiendo cada respiración o repetición
del mantra con la
siguiente, el espacio de la mente se colma y las
energías mentales son recolectadas.
DESAPEGO (a partir de aquí puede considerarse como la
2da parte)
El proceso de meditación también involucra el aprendizaje de cómo manejar pensamientos, imágenes y
emociones distractivas que interrumpen el proceso de focalización de la
atención. Generalmente reaccionamos a los pensamientos distractivos
otorgándoles atención, y esto sólo añade combustible al fuego. La forma más sencilla de manejar estos distractores
es mantenerse neutral. Esa actitud
les permite moverse hasta salir de tu conciencia. Las distracciones que nos
intrigan durante la meditación son los deseos e inquietudes que de otra manera
energizan nuestra vida interior. Para manejarlos, debemos construir una postura estable, profundizar
y relajar el flujo de nuestra respiración, e inspeccionar tranquilamente la dinámica de nuestro pensamiento.
Entonces, en lugar de luchar contra estos pensamientos, aprendemos a calmar nuestra reacción automática e instintiva hacia
ellos.
También aprendemos a desarrollar
un sentido de discriminación, a través del fortalecimiento de los
pensamientos productivos y dejando poca o ninguna energía a los pensamientos
improductivos. Con el tiempo, un
sentimiento de desapego se desarrolla naturalmente, el cual empezará a
hacerse cargo de los pensamientos no deseados.
¿Qué clase de fuerzas nos distraen durante la meditación? En el
texto clásico Yoga Samhita se
enumeran los siguientes distractores: alimento, bebida, poder, sexo y riqueza.
Estas son demandas profundamente arraigadas, y cuando se convierten en objetos
de nuestro anhelo generan un desequilibrio en la mente y perturban el hacer
cotidiano de nuestras vidas. El viejo adagio, “comer para vivir, en vez de
vivir para comer”, describe de manera perfecta el desapego. Nos recuerda que
los placeres de la vida requieren de disciplina y promueve la idea de que la vida sirve a un propósito superior a la
autoindulgencia.
No obstante, incluso para aquellos que meditan regularmente, el
problema del apego a los anhelos es asombroso. En algún momento de nuestra
meditación alcanzamos a vislumbrar destellos de un profundo estado de júbilo y
tranquilidad, sólo para descubrir unos instantes después, que ya nos
encontramos discutiendo con nosotros mismos en torno a qué película rentaremos
y si pediremos que le pongan cebolla o no a nuestra pizza. Somos incapaces de suspender el debate interno. Tal
yuxtaposición de tranquilidad y ansiedad son la regla, no la excepción. Percibimos,
pero no comprendemos nuestros anhelos. Nuestra estrategia para manejarlos debe
ser no otorgarles nueva e innecesaria
atención cada vez que surgen. Esto
reduce su poder de distracción, perturbación y extravío. Estos pensamientos son resultado de las
energías de nuestra mente, pero dependen
de nuestro interés en ellos para sobrevivir. Al no destinarles nueva
energía, podemos permitir que vengan y
vayan sin que adquieran mayor fuerza.
La mente inconsciente manifiesta un pensamiento. El pensamiento
parece atractivo, y otros pensamientos asociados lo hacen aparecer aún más
apetecible. Atestiguas el pensamiento mientras surge en tu mente, la embelesa y
busca expandirse en ella. Pero tú no haces nada por asirlo mentalmente. No
llevas el pensamiento a tus labios mentales y lo bebes. Y al contener tu
atención de esta manera, el pensamiento pasa de largo y tú te liberas de él.
La otra cara de este proceso es, que a través de cultivar el hábito del desapego, la experiencia de
mantener una concentración estable y enfocada, acaba siendo depositada en el inconsciente. Ahí, se
convertirá en un nuevo surco (samskara)
que sostendrá tu meditación. El desapego
y la concentración son dos caras de la misma moneda. Es preciso recordar
que el yoga no sostiene un enfoque puritano con respecto a la vida. No considera que todos los placeres mundanos
son tentaciones. Según la perspectiva
vedántica: “Los objetos del mundo son
para que los uses, pero no son tuyos.” A través de un diestro disfrute del
mundo, sin generar apegos, el camino del yoga se despliega hacia dentro y hacia
afuera.
PLENITUD MENTAL (a partir de aquí puede considerarse como la
3ra parte)
En la medida en que el proceso de centramiento se profundiza, nuestra
conciencia se transforma. Nos
convertimos en testigos de la corriente interna de pensamientos e imágenes,
al tomar distancia de ella paulatinamente. Y cuando nos desenmarañamos de su
constante suministro de asociaciones e impresiones, nuestra conciencia es
inundada por una tranquila sensación de estar
presente ante ella misma. Este estado mental es descrito en la tradición
yóguica como recuerdo de sí mismo
(self-remembering), o
plenitud mental (mindfulness). El
estado de plenitud mental ha sido comparado con la relajante experiencia de
sentarse cerca de un riachuelo, observando como fluye el agua. Al seguir el
agua su curso, un punto en la corriente es reemplazado por el siguiente sin
excitar o atraer nuestra atención. De manera similar, un meditador experimenta la conciencia en sí misma al
retirarla de la corriente automática de la actividad mental. Al observar
esa corriente sin engranarse intencionalmente en ella, la mente es dirigida aún
más profundamente hacia su enfoque.
De esta manera, la meditación conduce hacia una quietud interna -y
hacia una remembranza tranquila y jubilosa de la conciencia que reposa en su
propia naturaleza. La palabra plenitud
mental (mindfulness) es
una traducción del término sánscrito smriti,
que significa “traer a la memoria” o “apelar a la mente”. Describe una
experiencia que es parte de toda meditación. En sus primeras etapas, la
plenitud mental no es tanto un estado del ser, como una serie de destrezas
meditativas que pueden ser aprendidas y practicadas, incluyendo la habilidad
de:
*Mantenerse en el presente, en lugar de viajar hacia el pasado o
hacia el futuro.
*Convertirse en testigo de los pensamientos y emociones que pasan
por la mente, en lugar de identificarse con ellos.
*Percibir la profundidad de la emoción que ha despertado un
determinado pensamiento, y trabajar con esa energía emocional sensitiva y
pacientemente.
*Reconocer los diálogos internos enjuiciadores y críticos que
aplicamos a nuestros propios pensamientos y sentimientos, y
dejarlos a un lado, en favor de la aceptación de uno mismo.
*Mantener el foco de la concentración, reconociendo que este foco
es el antídoto a ser atrapado por el tren de pensamientos.
Estos aspectos individuales de la plenitud mental nutren la
semilla de la meditación. Con el tiempo, está práctica conduce a un cambio en
la conciencia, y cuando la semilla germina, un aspecto profundo de la mente se
despierta y asume su papel como el
tranquilo observador que atestigua la corriente interna de pensamientos.
Como una memoria que se ha recuperado después de mucho tiempo, la sensación de ser la persona interior, el testigo de la experiencia, queda restaurada
en nuestra conciencia. Ahora, aunque los pensamientos continúen yendo y
viniendo en la mente, como lo seguirán haciendo por mucho tiempo, la
concentración habrá quedado firmemente anclada. La mente cotidiana empezará a
ser guiada como de “más cerca”, y la plenitud mental se fusionará como sentido
de la existencia.
UNA IMAGEN VISUAL DE LA MEDITACIÓN
-La manera en que la concentración, el
desapego y la plenitud mental se sincronizan durante la meditación, puede ser
ilustrada en la forma de un yantra en
el que dos triángulos se traslapan, uno apuntando hacia arriba y el otro hacia
abajo.
El triángulo que apunta hacia arriba
simboliza el movimiento de la concentración y el desapego, disciplinas que
conducen hacia la mente enfocada.
El triángulo cuyo ápice apunta hacia abajo,
simboliza el desarrollo de la plenitud mental, el proceso a través del cual la
mente en quietud, el testigo interno, es despertada:
Cuando los dos triángulos están plenamente
integrados, forman una estrella de seis puntas, una imagen que simboliza el
asiento del yo interior, el Ser:
Esta imagen ancestral simboliza la manera en que un pensar desenfocado y distraído puede ser
transformado en un estado mental relajado y concentrado (el triángulo que
apunta hacia arriba), así como la
transformación del olvido de sí mismo en recuerdo de sí mismo, o plenitud
mental (el triángulo que se expande hacia arriba).
En el corazón de ambos procesos, representado por el punto en el
centro de los triángulos, radica el poder transformador del Ser que mora dentro
de nosotros. La realización (comprensión) de ese Ser es el llamado de la
meditación, el propósito natural de la vida humana y el supremo objetivo de la
concentración, el desapego y la plenitud mental.
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